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jueves, 8 de agosto de 2013

ENTRE LA NADA Y LA ETERNIDAD

La proximidad al dolor y a la muerte, aumentan el pesar y la tristeza. No vivimos de la misma manera el trágico accidente de calle Salta 2141, con un saldo provisional de 10 muertos y 11 desaparecidos, que las más lejanas inundaciones de abril en Capital Federal y La Plata, con un número de muertos, desaparecidos y damnificados que podría multiplicarse por veinte aproximadamente. La cercanía a algún familiar o conocido que estuviera vinculado a alguna de las víctimas, nos toca y nos deja más expuestos. La cobertura de los medios locales de TV, que en estos eventos cobran preeminencia sobre cualquier otro, por la fuerza de las imágenes,  salvo algunas escasas excepciones, tuvo una austeridad y un decoro, que marca una clara diferencia con el estilo carroñero de los noteros de los canales de la Capital de nuestro país. Así también, los medios gráficos (en sus ediciones online) cometieron pocos errores, no tendieron a la exageración, ni propendieron a atacar a funcionarios de gobierno de todas las esferas: municipal, provincial y nacional, en claro contraste una vez más con las ediciones de Clarín y La Nación, que buscaron dañar a la figura presidencial, para variar. Hasta ahí, claras diferencias entre lo sucedido en la capital de la provincia de Buenos Aires y nuestra ciudad, más allá de la escala y su probable génesis.
Pero, aún con matices, algo las iguala y tiene que ver con la inmediata búsqueda de culpables o responsables. Y esto resulta nocivo, no sólo por los daños que suelen provocar las condenas mediáticas sobre chivos expiatorios, sino que además conspiran generalmente para una resolución razonable en el plano legal. Quizás también sea este, otro de los defectos no deseados de dos fenómenos de distinto orden, pero convergentes. En el plano político, la prédica insidiosa de ciertos sectores de poder, que a través de los medios generan una visión conspirativa, en la que el Estado (en todas sus instancias) siempre tiene alguna responsabilidad por acción u omisión, a la que se suman la sospecha de corrupción y la visión de un país atado con alambre, en contraste con los serios o los normales ahora de moda. Y en el plano de los medios, y cada vez más en sinergia con la instantaneidad de redes sociales como Twitter, la preeminencia de lo fugaz, el ritmo y lo inmediato.
Pero en la vida real, las pericias, las investigaciones y los plazos no funcionan con la velocidad del zapping.........

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